1
¡Oh, qué música divina se oye desde el mar!
Embelesa los sentidos esta dulce canción.
Son las voces celestiales, que me invitan a cantar,
y me dan la bienvenida a la celestial mansión.
2
A orillas del Jordán estoy, meditando en Jesús;
y ansiosamente anhelo ya su mano estrechar.
Yo te ruego que envíes a tus ángeles de luz;
haz que pueda yo unirme a ese canto sin par.
3
Aun con aguas muy profundas y un gran vendaval;
si Jesús me lo permite, los abismos cruzaré.
Pues su música divina es sublime, sin igual;
quiero unirme al gran coro y a Cristo cantaré.
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